Se mantienen vivas las tradiciones en Morelos

  • Municipios y comunidades celebraron festividades por el Día de Muertos en un marco de paz y respeto por su cultura

La Secretaría de Turismo y Cultura (STyC) informó que las festividades conmemorativas por el Día de Muertos en municipios y comunidades se conservan y respetan al formar parte de la identidad cultural del estado y ser al mismo tiempo un atractivo turístico trascendental.

Morelos cuenta con ceremonias y celebraciones con antecedentes prehispánicos que se han fusionado a lo largo del tiempo con prácticas religiosas y populares que dan como resultado un colorido mosaico cultural que se mantiene vivo y se transmite de generación en generación.

De las festividades destacan las de Ocotepec, Hueyapan, Tetela del Volcán y Coatelelco, por ser de los lugares en donde se preserva con mayor cuidado el espíritu original sobre los ritos mexicanos en honor a la muerte.

Ocotepec es uno de los destinos por excelencia, ya que este poblado ha ganado fama nacional e internacional por el tamaño y número de sus ofrendas.

La “Cereada” de Ocotepec se convierte en una celebración para compartir con propios y extraños, noche  en la que los visitantes llevan flores y velas a la casa del difunto homenajeado y contemplan ofrendas monumentales con elementos tradicionales como pan, fruta, mole, tamales, dulces típicos, calabaza en tacha y hermosas velas de “cera escamada”, mientras degustan de un atole, café, pan y tamales que obsequian los anfitriones del hogar.

En el municipio de Tepoztlán, a partir de las seis de la tarde las calles se iluminan con cientos de chilacayotas talladas de diferentes tamaños con caras que en su interior portan velas, que de acuerdo a la tradición son para iluminar el paso de las almas por el pueblo. Estas luces son llevadas por niños alegres que van a pedir “una limosna para la calaverita”  en casas y negocios en los que prevalece el olor a copal y cempasúchil que inunda todo el pueblo.

En el municipio indígena de Hueyapan, se espera a los difuntos poniendo un petate sobre el piso y colocando las ofrendas con comidas, frutas y bebidas, dispuestas en loza nueva en una mesa que se adorna con papel picado. También se destina un ramo de flores para cada difunto, en su florero también nuevo, acompañado de pan de muerto y una vela grande. 

En las casa se ponen sahumerios con copal y algunas velas adicionales para iluminar el camino de los muertos que no tienen familia y no son “esperados” en ninguna otra casa, además de poner una olla de barro con agua y adornada con flores para que las ánimas que vienen cansadas del viaje beban y se recuperen para disfrutar debidamente de su festejo.

En Tetela del Volcán, las festividades inician el 28 de octubre “Día de los mataditos”, el 31 es el “Día de los niños” y el 1° de noviembre el “Día de los grandes”, cuando a medio día comienzan a sonar las campanas y permanecen así durante las 24 horas que dura la visita de los difuntos en el pueblo. En este municipio los altares llegan a ocupar hasta un cuarto de cada casa y son ofrendas que llegan a tener 7 niveles.

Al mediodía del 1° de noviembre salen en desfile los “Huehuenches”, personajes enmascarados que se caracterizan incluso con las ropas del difunto y lo representan para irse a posar a las tumbas permitiendo que el fallecido “habite” su cuerpo y pueda volver a la tierra a celebrar con sus seres queridos y probar las comidas y bebidas de la ofrenda. La “Huehuenchada” es una fiesta con música, bailes que duran hasta la madrugada.

El municipio indígena de Coatetelco se caracteriza por sus ofrendas colgantes, con orígenes prehispánicos que aún preservan las familias. Se colocan en “Huatlapechtle” que abre para los difuntos el camino entre el cielo y la tierra. Se trata de una cama de acahual, carrizo silvestre de gruesos tallos que se tejen, se envuelven en hojas de plátano y se cuelgan de las vigas de los techos de las viviendas.

Los cuatro puntos cardinales para guiar a los difuntos son parte fundamental y se representan con cuatro veladoras, además de cuatro velas que representan los elementos de la naturaleza, agua, aire, fuego,  tierra y se encienden otras dos velas para abrir canales de comunicación con las deidades prehispánicas.

En esta ofrenda se ponen doce chocolates, doce panes, seis maceteros de barro, maíz en mazorca, agua, sal, alimentos tradicionales de la región, fruta ropa nueva de regalo para el difunto que viene de visita, entre otros elementos.

En 2008, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad a la celebración del Día de muertos, y Morelos contribuye a su respeto y preservación.